jueves, 12 de agosto de 2010

Surcando la tierra de los faraones I

Este verano 2010 he retrocedido más de 4.000 años en la historia de la civilización humana. Se podría decir que he podido contemplar las maravillas y los ensueños de lo que resultó ser la cuna de gran parte de nuestras sociedades modernas.

Esta aventura empieza con un vuelo Barceloa-Luxor en el que no faltaron algunos sustos por las súbidas y bajadas debidas a las corrintes de calor. Sólo tomar tierra y salir al exterior, se produce un choque de temperaturas: el aire condicionado se contrapone al más duro calor del desierto egipcio.

Una vez en el muelle para iniciar el crucero, a modo de película de persecuciones cruzamos 4 barcos que estaban atracados colidantes, hasta llegar al nuestro. Las vistas de una puesta de sol en el Nilo son encantadoras. El reflejo en el agua da una brillantez a todo objeto flotante que lo surca.




El tiempo se acelera y cae la noche. Una noche donde las estrellas toman protagonismo en un punto del globo casi mágico.

Los días venideros son frenéticos. Con un guía de la compañia y tranportados por un autobús nos hacemos una idea de lo que fueron en su momento los esplendorosos templos de Karnak y Luxor. En el templo de Karnak hay una estatua con forma de escarabajo donde si das siete vueltas supuestamente tu deseo toma materialidad.




Proseguimos explorando las ocultadas tumbas por la arena y la roca en el Valle de los Reyes. En ellas se hayaban los grandes faraones como Ramses I, III y Tutankamón. En su interior unas paredes con relieves permiten hacerse una ligera idea de la solemnidad de las fortunas que pudieron llegar a albergar. Esta necrópolis fue concebida para tratar de lograr el reposo eterno sin las perturbaciones que pudieran causar posteriormente los salteadores de sepulcros. Se dice que en la misma época egipcia muchas ya fueron saqueadas. La de Tutankamón por suerte quedó cubierta por las runas que dipositaban encima, provenientes de las otras tumbas.

A continuación visitamos el templo de Hatshepsut en Al-Deir Al-Bahari. Hatshepsut fue la reina-faraón que más estuvo en el trono de las Dos Tierras. Aparece representada en muchas ocasiones en forma de hombre. Se deduce que tuvo un íntimo vínculo prohibido con el arquitecto del templo.



La creencia de la reencarnación de los antiguos egipcios se fundamenta en la metáfora del capullo de seda que se convierte en mariposa. Las alas dibujadas en los brazos y en los pies son la alegoria a la ascención de los cielos.

A medida que descendemos con el crucero, permanecemos en la búsqueda de más saber antiguo.

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