Una de las experiencias más aterradores para el gran común de la gente es la de quedarse encerrado. Ya sea en un ascensor, en una habitación o en un gran recinto.
Esto es lo que me ocurrió a mi hace un par de años. No revelaré el nombre del sitio por motivos personales.
Me hallaba yo en un gran edificio del centro de Barcelona realizando unas actividades. Era un día de fin de semana, con unos horarios muy limitados. Después de realizar mis quehaceres, me fui al lavabo y me demoré más tiempo de lo habitual.
La sorpresa fue enorme cuando al bajar todas las escaleras de los tres pisos, me dirigí al vestíbulo y hallé la puerta principal cerrada. Ya me había parecido extraño el no haber oído las voces de los demás, ni el sonido habitual de las máquinas de limpieza o de otros.
En ese instante una sensación de pánico se apoderó de mi. Me hallaba encerrado en un enorme edificio antiguo de Barcelona, y sin posibilidad de salida hasta el inicio de la siguiente semana.
Mi siguiente reacción también me chocó. Me puse la mano en el bolsillo y fríamente llamé al 112 (número de emergencias). Luego cuando todo acabo me alegró descubrir mi buen saber hacer.
En el número de asistencia me atendieron muy bien (se nota que están hechos unos buenos profesionales). Pero la espera se hizo demasiada larga.
Decidí volver a probar la apertura de la puerta, y activé la alarma de emergencias. Ya sí que mi última acción precipitó mi rescate, ya que una patrulla de Mossos de Esquadra se presentó delante del edificio (pensando quizás que estaba cometiendo un robo...).
La gente empezó a acumularse en el acceso principal: curiosos, vecinos y demás transeúntes...
No sé muy bien como lograron hacerlo, pero contactaron con el conserje de lugar y por suerte me abrieron desbaratando los fatídicos planes de pasar un fin de semana encerrado.
Ahora lo veo como algo divertido pero en ese momento me costó el no poder presentarme a una cita con una chica.
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