lunes, 16 de julio de 2012

Hipnosis: más allá de los espectáculos de salón

Me introduje en la hipnosis a partir de un manual que me compré en un mercado de libros de segunda mano. Recuerdo devorar el libro en un día, y quedarme con unas ganas inmensas de ponerlo en práctica.

Yo tendría unos 16-17 años y la ocasión no se hizo esperar. Una noche de verano salí con unos amigos a darnos un baño nocturno en el mar y les comenté acerca de mi descubrimiento.


Pronto uno de mis amigos se ofreció. La técnica que usé fue la de la inducción verbal (existen varias técnicas; y la que empleé es de las más simples).

Lo sorprendente del caso fue la facilidad con la que la persona entró en un estado hipnótico (no de dormir; ya que hay mucha gente que se piensa que el sujeto se duerme). Fue sorprendente cuando me empezó a hablar de experiencias personales del pasado o de algunos planes futuros.

Tras el éxito con este chico, repetimos varios días después. Hasta que llegó un día que aconteció un suceso que hizo que no volviera a intentarlo.

Fue con una amiga que quería también vivenciar que era la hipnosis. Empecé a hacerle regresar a varios episodios del pasado.

Llegamos hasta una edad de unos 3-4 años (edad en la que se consolidan los primeros recuerdos reales).
Y de allí prové de seguir con la regresión.

La chica me iba narrando lo que veía: un fondo negro, sin ninguna clase de sensaciones. De repente, me contó que veía una cara. Una cara de un hombre de tez blanca y de pelo rubio. Empezó a sentir una presión en el cuello y a ahogarse.

Asustado la hice volver a un estado normal de consciencia. Y la chica se incorporó abriendo los ojos llenos de lágrimas y sin un ápice de conocimiento de lo que había ocurrido.

Tiempo después leí un libro del autor Brian Weiss: "Muchas vidas, muchos maestros".

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