Cuando nos enfrentamos a una situación de indecisión, dificultad o conflicto acostumbramos a enfocarla de una manera limitada.
Vemos el problema con pocas opciones de resolución. Aunque te parezca simple y rídiculo, habitualmente sólo planteamos una opción de éxito para lograr aquello que nos proponemos.
¿Pero hasta que punto es esto útil?
Pues a mi punto de entender, muy poco.
Si nuestro plan, pongámosle de título, plan A, tiene éxito... entonces fantástico.
Sí, pero... ¿y si fracasa?
Tendemos a pensar que no fracasará, ¿por qué habría de fracasar?
Pero la realidad nos demuestra que los planes no son más que ideas e intenciones que no se materializan hasta el último minuto. Y estos pueden fallar.
¿Entonces por qué no crear alternativas?
Tener un plan alternativo es fundamental en esta vida.
¿O para qué sino están las puertas de emergencias, los chalecos salvavidas o los paracaidas?
Yo te recomendaría que siempre crearas un plan B para cualquier conflicto de tu vida.
Y si eres más precabido, un plan C, y un plan D, no fuera caso que el plan B también fallase.
¡No hay nada como tenerlo todo bien atado!
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