Con el cambio de siglo y el avance de la sociedad, ha aparecido una nueva mujer y un nuevo hombre. La nueva mujer nos lleva mucha ventaja con todas las revoluciones y los avances del feminismo (sobretodo en estas últimas décadas).
El nuevo hombre (más reciente, pero con ganas de crecer) ya no oculta sus sentimientos ni sus emociones, es seguro de sí mismo y a la vez sensible, tierno y amoroso.
Ideas como la competitividad, la lucha y el poder han sido atribuidos frecuentemente a la imagen del hombre. Elementos que han ido de la mano en la mayoría de los casos de dolor, sufrimiento, rechazo y negación de la auténtica naturalidad.
La cultura y la tradición eran fuentes que habían moldeado esta antigua masculinidad, pero ahora estas fuentes están en proceso de cambio y como resultado obtenemos una nueva masculinidad.
Estamos pasando de la sociedad patriarcal a una sociedad mucho más equitativa e igualitaria (o al menos la gran mayoría de esfuerzos reman en esta dirección).
Pero como todo traspaso o cambio, hay temores, dificultades y obstáculos a vencer. El hombre no es aún consciente de su nuevos roles y rasgos. Y la mujer también puede estar un poco perdida al respecto.
Siguen existiendo presiones, exigencias e influencias para mantener los antiguos cánones del machismo. Esto paraliza la capacidad de sentir y de manisfestar al exterior sus propios sentimientos.
El proceso de aceptación y de comprensión personal es un arduo camino, aunque la recompensa también es muy elevada: ser coherente con la auténtica naturaleza de uno mismo, sentir la paz y el equilibrio y "ergo" ser más feliz.
La nueva masculinidad no consiste en un hombre más afeminado ni más asexual. Para nada.
En realidad trata sobre saber expresar y entender como hombres cuales son los atributos socialmente encasillados. Reglas y pautas que ya no tienen sentido de seguir.
Son aspectos que afectan a ámbitos tan globales como: la educación, el trabajo, la familia, las relaciones personales...
Con la nueva masculinidad se rompen las barreras y los viejos estereotipos.
El hombre que ha sido capaz de aceptar su verdadera naturaleza masculina es capaz:
- De aceptar su propia vulnerabilidad más allá de ser hombre, siendo un ser humano.
- Aprender a expresar sentimientos, emociones y pensamientos, compartiéndolos con sus allegados.
- Saber pedir ayuda, apoyo sin sentirse inferior o indefenso.
- Conocer y hacer uso de métodos pacíficos y no violentos o agresivos a la hora de resolver conflictos, dificultades o toda clase de situaciones complicadas.
- De superar aquellos comportamientos o atribuciones tradicionalmente femeninas, que en realidad van más acorde a un desarrollo humano general.
En definitiva, consiste en una aproximación hacia lo más humano.
Aquello que nos hace ser personas, adaptando las necesidades y elementos propios de cada género y creando un equilibrio armonioso entre hombres y mujeres.