Hará casi un año, mientras cursaba mi investigación sobre Actitud Vital, desarrollé una prueba de test que administré en la universidad.
Fueron distintos los jóvenes a los que les ofrecí la posibilidad de realizarlo, aunque hubo uno al que le llamé significativamente la atención. Semanas más tarde coincidimos de nuevo, en esta ocasión yo me encontraba pasando los resultados a una plantilla de ordenador.
Empezamos a hablar, y la conversación pronto se dirigió hacia el ámbito de la sociedad y la crisis económica. Los dos como jóvenes teníamos opiniones bastante parecidas acerca de las dificultades en nuestra edad. Luego hablamos de películas transgresoras como el Club de la Lucha, o la Playa...
Fue a partir de aquí que noté ciertos elementos que activaron mis alertas. El chico me hablaba de posibilidades, hipótesis de como iba a ser el futuro. Sus vaticinios no eran muy halagüeños. Comentó en ciertas ocasiones la idea de que era necesario armarse, para cuando viniera lo peor.
En este momento, me lo tomé en serio, y consideré la posibilidad de que tuviera alguna dificultad o problemática. Pese a ser una idea o fantasía, podía contener parte de realidad.
Según él era necesario hacer algunos cambios sociales, y estos cambios debían ser por la fuerza. Argumentaba que las auténticas revoluciones eran las violentas.
En ese momento, pensé que debía hacer algo. Debía usar mis palabras, tratar de ofrecerle una nueva visión.
Se me ocurrió plantear mi propuesta como un reto. Le dije que la gracia del mundo era seguir a aquellas personas que en antaño habían logrado grandes cambios por la vía pacífica. Gente que no lo habñia tenido nada fácil. Ghandi, Mandela o King, eran ejemplos de como la gente por medio de actos pacíficos eran capaces de cambiar el mundo. Era un reto, era muy difícil, pero no imposible. Y que si tomaba estos como referentes, podía ser un éxito mucho mayor. Una elección valiente de cambiar el mundo sin hacer uso de la violencia.
Mi argumento le chocó. Se quedó pensativo, y me respondió que nunca lo había pensado así.
Le comenté, que esa energía que tenía, era capaz de canalizarla hacía algo positivo. Un medio pacífico y constructivo, y que con ello podía lograr también grandes cambios.
Me respondió que lo pensaría. Y luego proseguí con mi trabajo de introducción de datos.
No sé si mi mensaje caló o no, aunque esperó sinceramente que llegase a ofrecerle otra alternativa a su realidad.
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