lunes, 2 de junio de 2014

JOVENCRACIA I

Víctor H. es un joven universitario de clase media, excesivamente cómodo en su rutina e indiferente a los agitados cambios sociales que le rodean. Su vida experimentará un drástico giro cuando a través de un encadenamiento de sucesos se verá liderando una revolución. La nueva forma de gobierno llamada Jovencracia pondrá entre las cuerdas su relación con sus seres más queridos. Pero pronto se dará cuenta que el mayor desafío será seguir siendo fiel a sus principios mientras se va gestando la sombra de una inminente contrarrevolución. Más allá de la lucha de clases ahora se trata de una lucha generacional. La Jovencracia ya está aquí.

Capítulo 1

"Ser joven y no ser revolucionario es una contradicción hasta biológica."

– Salvador Allende.

Un lunes de primavera Víctor H. cerró de un golpe seco la puerta del caótico piso que compartía. Pulsó el botón del ascensor y trató de esperar pacientemente. No pudo. Pulsó dos veces más pese a que los ruidos del engranaje ya se habían accionado la primera vez.
Su brazo izquierdo sujetaba con fuerza una carpeta blanca repleta de siglas coloridas, en su mano derecha se hallaba un reproductor nano. Tras pasar varias canciones al fin dio con una melodía que le rememoraba la gran fiesta del domingo. Era un ritmo frenético, punzante e hipnótico, capaz de reanimar a cualquier adicto al borde del coma.
Al salir del edificio sus pies se aceleraron y bajaron ligeros, casi flotando por encima de los escalones del metro. Tomó la línea verde hasta llegar a la penúltima parada, de allí anduvo escasos minutos accediendo a los esmeradamente cuidados jardines del campus. Varios grupos de jóvenes esperaban la llegada del autobús lanzadera. Se sentía más nervioso de lo habitual, hoy iba a recibir la notificación sobre si le concedían su beca de estudios a Berlín. Mientras aguardaba de pie, liberó un lateral de sus cascos y no pudo evitar escuchar la conversación anexa. Hablaban acerca de unos actos vandálicos que habían sufrido las instalaciones durante el fin de semana. Alzó la vista por encima de sus gafas tintadas y no percibió cambio alguno. Pero una vez el transporte inició el recorrido, las palabras se convirtieron en vívidas imágenes más allá del cristal de la ventana. Los contenedores volcados, los paneles informativos derribados, los cristales de edificios y coches hechos añicos, las papeleras carbonizadas, pintadas por doquier, panfletos, octavillas y demás impresos esparcidos por el suelo... Aquello parecía una fidedigna replica del escenario de una final de la Champions o de una Cumbre del G8. Entre las decenas de pintadas hubo una que llamó significativamente su atención, fue como un dardo lanzado directamente a su sistema nervioso. La volvió a leer pero en esta ocasión pausadamente y en voz alta: "La Jovencracia ya está aquí”. 
¿Qué cojones es eso de la Jovencracia?
Echó la vista atrás y observó como los demás jóvenes compulsivamene sacaban instantáneas con sus dispositivos. El autobús universitario se había convertido en un bus turístico repleto de guiris. Era sorprendente como todo aquel material fotográfico quedaría flotando en las redes sociales en un tiempo récord. Sonó un alegre silbido acompañado de una suave vibración, puso su mano en el bolsillo y extrajo su iphone. Abrió el chat y leyó el mensaje de Laura, su compañera en clase de Sistemas Inteligentes: 
"Buenos días (símbolo de cara sonriente)."
"Clases canceladas".
No jodas, ¿y ahora qué? Podría haber dormido hasta las doce, pensó enojado.
"¿En serio?"
"Sí (símbolo de pulgar hacia arriba)."
"¿Donde estás?"
"Pues llegando a la facultad (símbolo cara de cansancio)."
"Está todo destrozado."
"¿Sabes algo?".
"Lo estoy viendo ahora mismo en el muro de Cristian."
"Se ve que han hecho destrozas en todas las universidades del país."
"Vaya tela."
"Sólo espero que la oficina de movilidad esté abierta".
"Ya me contarás como ha ido".
"Suerte con la beca (símbolos de tréboles)."
"A ver que me dicen... tengo ganas de irme del país".
"Yo estoy igual que tu".
"Me dices algo".
"¿Vale?".
"Sí, ya estoy llegando".
"Hablamos luego (símbolo simple de beso amistoso)".
Ella se desconectó en ese preciso instante. Su última conexión mostraba las 10.14.
¿Por qué no me devolvió el beso? Víctor H. se fijaba demasiado en los pequeños detalles. Según él, los pequeños detalles eran los que marcaban la diferencia. Una compañera, una amiga, una amante o una novia.
Pero lo que más le preocupaba en ese momento era que no hubiera hecho el viaje en vano. Cruzo los dedos y suspiró profundamente. Al salir del vehículo un frívolo y soez comentario silbó sus orejas. 
"Malditos criajos... una guerra es lo que os pondría a ralla". 
Trató de girarse pero la cola que descendía le impedía divisar la cara del conductor. Se alejó por el camino pavimentando. A medida que se aproximaba a las oficinas principales, el escenario cada vez era más dantesco.
Aquello no iba con él. Sabía lo jodido que estaba el país, pero en menos de un mes estaría bien lejos de toda aquella gran mierda. Encontraría un buen empleo, alquilaría un piso moderno, conocería a gente nueva e interesante... en definitiva tendría un buen futuro. ¿Echaría de menos a Laura? Desearía pensar que no.
A lo lejos le parecía que las persianas de la oficina estaban subidas. Cuando faltaban unos escasos cien metros fue interceptado. Un sutil placaje por el flanco zurdo le llevó a pararse en seco. La leve sacudida le descolocó. A continuación un trozo de papel quedó suspendido al alcance de sus manos. Como si del más básico de los actos reflejos se tratara, lo agarró con fuerza. Permaneció quieto unos segundos y reanudó la marcha no sin antes buscar contacto visual con el individuo, un joven encapuchado que se alejaba aprisa por donde él había venido. Volvió su vista hacia el impreso. Unas letras rojas en Arial Black 48 le estremecieron. “ALÉJATE DE LA OFICINA”. ¿Era eso una broma?
Un intenso destello de luz precedió la que sería una potente onda expansiva. 

                                                                                     ...

Sus oídos le silbaban dolorosamente, notaba su cuerpo temblando como un flan. Trató de abrir los ojos y al descubrir la espesa oscuridad, el pánico se apoderó de él.


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