Surcando la tierra de los faraones III

Para poder contemplar la superlativa magnitud de Abu Simbel debemos dejar de lado el tranporte fluvial y embarcarnos en un viaje en autobús no falto de riesgos de más de 6 horas en total. Con un escolta cruzamos las más tórridas carreteras del estado.

Al poco de salir el autobús empieza a perder velocidad hasta que definitivamente nos detenemos. Por lo visto han mezclado agua en la gasolina. Todos los ocupantes descienden y nos encontramos en medio de la nada. A primera vista puede parecer una simple avería, pero si a esto añadimos el factor del clima (una ola de calor de más de 45 grados) y de que empieza a formarse una tormenta de arena, la cosa se complica.

Unos minutos más tarde aparecen los otros vehículos del convoy y logramos depurar el déposito. Seguimos en marcha. Pero si ya parecía  extraordinario una fugaz tormenta de arena en medio de la inmensidad del desierto, unas gotas en el cielo se disponen a caer. Esta lloviendo. Es increíble, son cuatro gotas. La probabilidad de lluvia en medio del desierto es absolutamente mísera.

Ya al atardecer nos presentamos enfrente de Abu Simbel. Este templo dedicado a Ramses II junto al de su mujer Nefertari fueron recolocados piedra por piedra tras la inundación que originó el lago Nasser.

Pero lo realmente fantástico es la representación nocturna. Unos focos de multitud de colores junto a unos potentes altavoces crean el efecto de una perfecta gala de espectáculos lumínicos y sonoros. Los templos vuelven a tiempos pasados donde batallas e historias de amor se funden en una línea continua de imágenes.

Al amanecer del siguiente día marchamos con barca y luego en faluca (embarcación típica) hacia la tierra de los nubios. Los nubios son los habitantes del alto Egipto. De piel oscura y rasgos africanos, esta comunidad tuvo que desplazarse por la inundación que provoco el Lago Nasser. Raza de guerreros, mantienen sus propias costumbres y formas de vivir, no ajenas al contacto turístico.

Ya en un avión nos enlairamos rumbo a la vorágine megalópolis del Cairo. Esta ciudad que podría ser un país independiente, dispone de más de 24 millores de habitantes. También llamada la ciudad de las mil mezquitas.

Las Pirámides de Gizeh nos maravillan. Imperecederas a invasores, expoliadores  y a las feroces agresiones del tiempo y del medio. Imponentes en su máxima albergadura de tamaño y belleza, describen siglos de culto a hombres y mujeres venerados como dioses. Elegimos de las tres penetrar al fin en las entrañas de la tumba faraónica de Kefren.

La Esfinge es el símbolo claro de la mitología concurrente en la civilización egipcia. Seres multiformes que poseían poderes y dones divinos que los hombres mundanos no podían llegar a comprender.

De regreso al corazón del Cairo nos adentramos con un taxista y guía local en el barrio Copto. Este ghetto está habitado por cristianos ortodoxos, rodeados por una inestimable mayoría de musulmanes principalmente suníes. Es domingo día santo para los cristianos. Podemos ver en directo sus misas en las iglesias de San Sergio y Santa Bárbara.

Seguimos y sin bajar del coche transcurrimos por la ciudad de los muertos, un cementerio habitado por gente muy pobre que ha hecho de los mausoleos y de las tumbas su hogar. Visitas llenas de curiosidad en varias mezquitas, colegios coránicos (madrazas) y en la Ciudadela de Salah Al-Din (vestigios de la época de Saladino).

La circulación es horroríficamente caótica, y por lo visto nuestro taxista y guía particular totalmente rubio de ascendencia Bosnia (con su respectivo coche tuneado) está sacado de la mismísima película "A todo Gas: Cairo race". Mirad estos vídeos demostrativos:

http://www.youtube.com/watch?v=zxODO5fuOao&feature=related

http://www.youtube.com/watch?v=-RjhkCHxiKM&feature=related

Próxima visitación: el Museo Egipcio. Necesitariamos días para apreciarlo todo como es debido. La máscara de Tutankamón y la exposición de las momias me dejan sin aliento. Otro punto obligatorio es el Mercado Khan Khalili donde nos introducimos en su maraña de callejones hasta llegar a la tienda de Jordi un cairota casado con una catalana que ha salido en varios programas de viajeros. Ventajas: precio fijo sin regateo.

Para terminar esta gran aventura destacar que al volver con nuestro taxista en un adelantamiento nos chocamos contra un carro tirado por un burro que venía en contra dirección. Todo fue de lo más surrealista, puesto que claro está, el del burro no tenía ni matrícula ni seguro.

Os aconsejo sinceramente que mireis a los dos lados antes de cruzar. A mi literalmente casi me atropella un coche casi al regresar al hotel.