La noche crea infinidad de realidades paralelas distintas a las que estamos habituados cuando hay luz. Las personas, los lugares, las situaciones, las interacciones, el ritmo de los acontecimientos... todo se ve mutado por el imparable avance horario. El cambio es tan extraordinario que es posible afirmar que una ciudad de noche, se convierte en su álter ego de lo que es de día. Sinó sólo hay que tomar el ejemplo de Nueva York y su "otro yo oscuro" llamado Gotham City.
Ya comenté en anteriores artículos sobre la variedad de empleos que desempeñé de noche. De aquellos tiempos me quedo con un sinnúmero de conocidos, algunos amigos y muchos recuerdos de sucesos únicos. Pero lo que no voy a poder cambiar es mi forma de ver la noche, una vez tus ojos se han acostumbrado a la oscuridad, es inevitable salir y fijarte en detalles que no todo el mundo es capaz de discernir.
A continuación voy a compartir algunas anécdotas de hechos singulares que en alguna ocasión rozaron lo surrealista:
Mi primera anécdota se remonta hará ya casi dos años. Se celebraba una gran fiesta en uno de los clubs más elegantes y de moda de Barcelona. El patrocinador no era ni más ni menos que una famosísima marca de caviar, por lo que la fiesta iba a ser por todo lo alto. En la calle coches de alta gama y alguna limusina.
Llegué al local acompañado de unas amigas y en seguida nos dimos cuenta del grado de ostentación. La cosa estaba difícil para entrar, al menos para los chicos, pero el ir acompañado jugaba en mi favor. Una vez dentro casi todos iban con trajes de noche y etiqueta.
Estuvimos bailando, hablando y pasándolo en grande, hasta que la curiosidad pudo conmigo. Me fijé en una chica rubia vestida de negro y con altos tacones. Podría pasar tranquilamente por una modelo. La seguí, y los dos subimos por unas escaleras. En la mitad un miembro de seguridad nos frenó, pero sólo unos segundos hasta comprobar quien era la chica y suponer que yo iba con ella. Una vez en la planta superior me dí cuenta que me hallaba en la vip de una fiesta muy particular.
Lo sorprendente de la situación fue descubrir que la mayoría de invitados de la zona eran de origen eslavo. Eso explicaba el porqué de que la gran mayoría de las chicas fueran rubias o de tez pálida. Salí a una terraza y entonces casi por casualidad entablé una conversación con el propietario de la marca. Él y yo hablando sobre las maravillas de Barcelona, increíble. No todas las noches uno es capaz de conocer a un "billonario". Me sorprendió la proximidad y la cordialidad de alguien de su nivel. Estuvimos hablando de temas muy generales: política, economía, vacaciones (me defendí bastante bien), pero no pude ser rival de las dos exhuberantes modelos que un amigo suyo le presentó. Me despedí y volví con mis amigas.
La segunda historia aconteció en un reconocido lounge club cercano al puerto de Barcelona. Es un club donde la afluencia de turistas en verano marca la esencia de todas sus fiestas. Por descontado era verano, y el ambiente estaba en su punto más álgido. Deberían ser las 3 o las 4 de la madrugada, y quería deshacerme de una consumición que ni mi amigo ni yo queríamos tomar. Así que por coincidencias de la situación inicié una conversación con un chico de unos "veintilargos". El chico no mostró mucho interés en mi propuesta pero debió ver en mí algo que le llamo la atención. Iba vestido en el punto justo de rozar el vestir de etiqueta ("lujo casual", no estoy seguro de la existencia de este término). Me invitó a sentarme en su mesa, y allí tanteo un poco el terreno para saber quien era yo. Fue a partir de sus explicaciones cuando pude intuir quien era él.
Se trataba de un chico joven al que le gustaba demasiado vivir por todo lo alto, las chicas bonitas y el dinero fácil (no necesariamente en este orden). Me sorprendió con la facilidad que se fue abriendo a mí. Cada argumento, cada detalle, cada método... Lo tenía muy bien montado y parecía que se ganaba lo suyo. Pero quizás el golpe de efecto que más me sorprendió fue cuando paulatinamente llegó a colocar encima de la mesa hasta cuatro teléfonos móviles. En ese momento ví que el tío iba en serio y fue directo a formular su propuesta. Quería que me asociara con él, y me citó para vernos en el mismo lugar/ hora la semana viniente. Por supuesto que yo el sábado siguiente no aparecí y nunca más volví a saber nada más de él. Pero descubrí mucho de la cara oculta de muchas fiestas.
El tercer y último acontecimiento ocurrió en un local cercano al de la segunda historia, y no muy lejano en el tiempo con la anterior. Debería ser otoño, momento en el que el turismo en Barcelona desciende, pero las salas de fiesta siguen aún llenándose. Me hayaba en la pista de baile con un amigo, expuestos a todas las miradas, bien vestidos y con ganas de pasarlo en grande. Nos encontramos con dos amigas con las que estuvimos largo tiempo bailando, hablando y tomando algo. Ellas se fueron a casa y nos quedamos en la barra charlando. Una noche divertida y muy amena como muchas otras (nada de especial por el momento).
Hasta que un hombre de unos cincuenta-sesenta años con acento extranjero y con más de tres cubatas en el cuerpo, se me acercó y me comentó que le habían gustado mucho mis amigas. Que por lo visto nos había estado observando des de la zona vip y que las quería conocer. Esto me pareció un poco a broma, ya que nuestras amigas tenían alrededor de veinte años y ese hombre podría ser su padre o incluso abuelo. Mi amigo me miraba aunque no entendía de que iba la cosa. Yo amablemente respondí que ellas no estaban libres (una tenía novio y la otra no creo que sintiera mucha atracción por un hombre medio calvo y con una barriga poco disimulada). No sé lo que ese hombre entendió por "libres", pero nada tuvo que ver con lo que yo quería hacerle comprender.
Así que el hombre saco su cartera y me dijo "cuanto por dos chicas como ellas". Yo me quise desenteder de inmediato. El hombre volvió a insistir y abrió su cartera para deslumbrarme con su contenido. Nunca había visto tanto "cash" metido en un sobre de piel como ese. Suerte de mi amigo que se unió a la conversación y le dejó claro que las dos chicas sólo eran dos amigas.
Estos tres relatos son verídicos y sirven de reflejo para mostrar sino la otra cara de la sociedad, al menos una cara que está allí mientras nosotros dormimos. Me gusta Barcelona por toda la belleza y encanto que esta ciudad contiene. Pero también es un lugar donde no todo es lo que parece. Hay gente muy rica, gente que vive al límite y otra que jamás dirías que puede existir en un lugar como éste.
Así que la próxima vez que salgas de noche abre bien los ojos, porqué podría ser que vivieras una experiencia más próxima a la ficción literaria o cinematográfica que a la aparente realidad.
Me gustaría concluir con la frase popular de: "la realidad supera la ficción".
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