En el año 2003 el gobierno español apoyó la invasión de Iraq junto a Estados Unidos y el Reino Unido. Esta decisión fue tomada a pesar de tener a todos los demás partidos políticos y a más del 90% de los ciudadanos en su contra.
Hubo también un conseso general entre artistas y gente del espectáculo. Durante los Premios Goya los actores y directores llevaron chapas y manifestaron su rotunda oposición.
Pero quizás el recuerdo más vívido que tengo es el de cuando la gente salió a las calles. Fue un evento multitudinario.
En mi caso fuí con mi padre a la masiva manifestación que se convocó en Barcelona. Más de un millón de asistentes llenaron las calles de la capital catalana. Todo el Paseo de Gracia estaba lleno de manifestantes con pancartas y con camisetas identificatorias del "No a la Guerra".
Fue auténticamente espectacular ver tanta gente gritando por una misma causa, el aturar una guerra injusta y falsa. Digo injusta porque la gran mayoría de bajas fueron de civiles. Digo falsa porque nunca se demostró que Iraq dispusiera de armas de destrucción masiva. La única y verdadera intención del conflicto fue el poder adueñarse de los pozos petrolíferos del país.
La vergüenza vino cuando el gobierno del momento, después de saber las estadísticas de las manifestaciones (que tomaron lugar en la gran mayoría de ciudades del país) no inició ningún proceso para frenar su intervención.
El 11 de marzo de 2004 los atentados en los trenes de Madrid fueron una de las repercusiones que vivimos por la participación de España el conflicto.
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