jueves, 4 de abril de 2013

Experiencia mística del Camino

Han pasado ya varios años de mi aventura recorriendo solo el Camino de Santiago.

Parece que fue ayer cuando me puse una mochila y cogí el primer autocar hacia Lugo.

Cuando relaté mi experiencia recorriendo el Camino de Santiago omití un episodio que me dejo una gran marca en mi vida. Ocurrió en el penúltimo día del trayecto.

Antes de llegar a Santiago de Compostela, hice noche en una posada. Este hecho se debido al exceso de peregrinos que llenaban todos los albergues. 

Pagué una habitación individual y no tardé en desplomarme encima de la cama. Llevaba más de 12 horas andando. Sí, lo reconozco fue una auténtica burrada forzar tanto. Entré en la habitación e inmediatamente me quité de encima la mochila y me descalcé.

Recuerdo que estaba tan cansado que cuando esperaba a bajo en recepción casi me duermo de pie. Los escalones para llegar al primer piso me resultaron una gran odisea, y ya en la cama, entré en trance.

Cerré los ojos y de repente todo se volvió más oscuro y profundo de lo normal. Era una sensación que nunca antes había experimentado. 

Cuando uno cierra los ojos puede percibir cierta luz del exterior.Cierta presencia de su cuerpo. Pero no yo.

Al cerrar los parpados me sentí pesado, era como si la cama me empezara a engullir. Como si cayera en un pozo.

Notaba un frío intenso recorriendo todo mi cuerpo. Perdí sensibilidad y no me sentía dueño de mi cuerpo. Me notaba como si estuviera marchando. Como si mi cuerpo fuera un objeto ajeno a mi mente.

Sentí un miedo intenso. Penetró en mi como un relámpago.

En mi mente se formo una idea demasiado intensa para poder procesarla lógicamente.

- "Me estaba muriendo".

Me moría. Mi cuerpo no respondía y mi corazón dejaba de latir. Me estaba muriendo, no había sino otra explicación.

De repente empecé a llorar, era como si todo mi ser empezará a prepararse para pasar a otra vida. Para dejar esta realidad, esta existencia.

Un pánico extremo se apoderó de mi. Debía llamar a mis padres. Hacer el último esfuerzo por activar mi cuerpo y levantarme.

Debía hacer responder mis piernas y accionar mis brazos. Incorporarme y acercarme hacia la mochila con la intención de coger el móbil.

Pero era imposible, mi cuerpo ya no era mio. Además, ¿qué iban a poder hacer ellos por mi?

Estaba sufriendo un paro cardíaco o un desmayo a más de 800 kilómetros de distancia. 

¿Cómo podían ellos ayudarme?

Al contrario, sólo iba  a preocuparles y angustiarles .

Recuerdo de todo ese horror, que lo que más miedo me dio fue la idea de morirme solo. Estaba en una habitación completamente abandonado, sin que nadie pudiese ayudarme. No podía gritar ni dar ninguna clase de aviso.

Ese era el fin.

Y me dormí.

...


Fue la experiencia más terrorífica de mi vida: levantarme sin saber que había ocurrido.

El perder tu última consciencia de que estás vivo, de que estás en la tierra. Todas tus últimas oportunidades se desvanecen en un sueño profundo, sin saber a ciertas si vas a volver a despertarte o no.

Por suerte lo hice. Dormí más de 12 horas, de las 6 y pico de la tarde hasta las 6 y pico de la mañana.

Mi cuerpo lentamente volvió a responder a mi voluntad y pude incorporarme. 

Nunca olvidaré esa sensación de impotencia delante de la muerte, una sensación de falta de control en la que  estás solo y con la incerteza de si vas a volver a estar vivo al día siguiente.

¡Son estas las experiencias de crecimiento que hacen que valores cada día de una forma mucho más intensa!