domingo, 15 de septiembre de 2013

Tres historias para el cambio

A continuación voy a relatarte tres historias. 

Tres historias reales procedentes de mi vida privada que he sufrido, grabado en mi memoria y me han impulsado a iniciar este proyecto:

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La primera se remonta a mi etapa de estudiante universitario. En mi facultad existía la opción de realizar unas prácticas académicas en diversos centros e instituciones de salud mental. Tras estar unos seis meses formándome y colaborando el contrato espiraba y el centro prescindía de mis servicios.

Entonces para poder ganar más experiencia y seguir ofreciendo mi ayuda desinteresada (prácticas no remuneradas) debías cursar un Postgrado, Máster u otros estudios, ya que sino la propia fundación no lo aceptaba. Por lo visto esta es una clausula que mantienen los centros para evitar los costes del seguro y demás responsabilidades, al ser las facultades quienes las asumen.

Las reglas del juego estaban escritas así, aunque no me di por vencido. 

Me puse en contacto con la coordinadora de mi Màster contándole mi situación y explicándole mi voluntad de querer colaborar de una forma totalmente altruista e incluso externa asumiendo yo mis propias responsabilidades. Pero la puerta de atrás estaba cerrada.

Me hallaba en una especie de limbo en donde no podía ni avanzar ni retroceder. 

Y vinieron a mi mente las siguientes preguntas: 

¿Cómo alguien tras tantos años de estudios y formación, y con sincera voluntad de ayudar, no se le recibía con los brazos abiertos? 

¿Es que pesaban más el dinero, la burocracia, y el "stablishment" que el verdadero sentido de mejorar la salud mental de la gente?

¿Estaba sólo o había más estudiantes y profesionales en mi situación?

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La segunda historia ocurrió un tiempo después. Dice el dicho que cuando se cierra una puerta se abre una ventana. Así que fui en busca de esta ventana. Contacté con diversas entidades y la respuesta fue la misma que en la primera historia. Así que acoté el marco de búsqueda y sólo me dirigí a organizaciones que trabajasen con voluntariado.

Allí sí que no habría ningún problema o al menos eso es lo que yo creía. Pero que gran decepción al hayarme con barreras capaces de mermar y hacer retroceder al más entusiasta de los voluntarios.

La primera gran barrera fue la de no poder ejercer como psicólogo. Es decir, podía hacer de voluntario en tareas y proyectos diversos pero nunca como profesional de la salud.

¿Dónde estaba el sentido entonces?

La segunda gran barrera fue la del tiempo de espera. Para iniciar el proyecto de colaboración debía acudir a una charla inicial, la cual sólo se realizaba en determinados momentos del año. En mi caso la petición se efectuó entre mayo y junio y la próxima no se realizaría hasta finales de octubre. 

¿Debía esperar casi seis meses para empezar a colaborar?

La tercera gran barrera fue la de la burocratización y los cursos de formación. Para poder ejercer como psicólogo en su centro debía primero formarme con ellos. Lo que suponía ser un organismo de ayuda altruista en realidad albergaba un lucrativo negocio instructivo.

¿Tenía que pagar para encima ofrecer mis desinteresados servicios?

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La tercera y última historia fue la chispa que encendió el polvorín. En estos años recientes he sido testigo del padecer y el grave malestar psicológico de conocidos, amigos y sobretodo familiares.

He vivido en mis propias carnes la realidad del sistema sanitario de nuestro país. Un sistema en el cual se aboga más por la farmacología que por la psicoterapia, cuando los fármacos por si sólo son meros parches a los problemas y a las dificultades. 

Por ejemplo sedar a alguien no hará que su duelo o su ansiedad desaparezcan.

¿Cómo es posible que los médicos de la seguridad social receten con tanta facilidad psicofármacos?

¿Cómo es posible que los servicios psicológicos de la seguridad social estén colapsados y sólo tengas derecho a 20 minutos como mucho de sesión?

¿Cómo es posible que ir al psicólogo/ a sea sólo accesible a las clases de bienestar?  


A estas tres historias y a todas sus preguntas formuladas sólo hallé una respuesta. 

Ser el cambio que quería ver en mi entorno, en mis conocidos, amigos y familiares.

En definitiva ser REFUGI.

¿Y tú, quieres ser el cambio?

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