Era una tarde entre finales de agosto y principios de setiembre. Uno de aquellos días que se hayan en la frontera entre el verano y la vuelta a la rutina.
Nico apareció a lo lejos, con su silueta ligera, él tan alto y con su firme andar.
Se dirigió directo hacia mi. Me estrechó la mano y me abrazó.
Què tal company?
Genial, hacía tiempo que no nos veíamos.
Lo último que sabíamos el uno del otro era que cada uno iba a realizar grandes planes durante los meses de julio y agosto.
Nos pusimos al día. Me contó sus aventuras por Europa del Este, y yo por mi parte como una gran mujer se había cruzado en mi camino.
Después de charlar un rato lo sorprendí.
No se esperaba para nada lo que le iba a proponer esa misma tarde.
Le dije, Nico, tengo un proyecto entre manos que me gustaría compartir contigo.
Desembucha, dijo él.
Entonces le conté acerca de REFUGI, un lugar donde la gente pudiera recibir atención psicológica de forma gratuita.
Fácil, directo, totalmente público y sin coste alguno.
Igual que como debería ser la sanidad de este país y que desgraciadamente se estaba perdiendo con la privatización.
Existía una necesidad enorme con la crisis. La gente lo estaba pasando verdaderamente mal y por el otro lado había un gran volumen de estudiantes con pocas salidas más allá del paro y la inactividad en sus hogares.
Su respuesta, fue clara, lo podía ver en su cara.
Le había gustado, pero necesitaba digerir el exceso de información.
Nico era la persona ideal para convertir este sueño en realidad. El sería el compañero ideal de camino.
¡Pocos días después Nico aceptó!
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