Hace un para de años fui con mi pareja a seguir la cabalgata de los reyes en Barcelona.
Para poder verlos con calma nos dispusimos en la entrada del Parque de la Ciutadella.
Con las luces iluminando las calles con mil colores y la música de las carrozas sonando animadamente, el espectáculo resultaba de lo más bello y contagioso. También el poder ver a todos los niños con amplias sonrisas y sus miradas llenas de ilusión.
El desfile estaba compuesto por un gran número de carrozas, las cuales iban lanzando caramelos de todos los tipos.
Por unos instantes me volví a sentir como un niño. Volví a creer en la magia, en la ilusión y en las ganas de poder disfrutarlo al máximo.
Después seguimos durante un rato la caravana formada, pero el gran número de gente hacía complicado poder andar y proseguir en la misma dirección.
Entre la espera de pie y luego el gran agetreo acabamos cansados pero muy felices por el espectáculo contemplado.
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