lunes, 27 de mayo de 2013

Adiós amigos...

Hará ya unos 3 años que ocurrió todo.

El tiempo pasa demasiado deprisa cuando cruzas la barrera de los 20-21. Yo salía con un grupo de amigos y amigas del pueblo. Eramos un grupito que nos conocíamos algunos de toda la vida y otros de un par de veranos anteriores. Siempre quedábamos para tomar un café, salir de fiesta o para cenar o ver alguna película en casa de alguno. En los veranos era típico tomar el sol, bañarse en el mar y los partidos de volley  en la playa.

Pero el grupo creció, y dentro del grupo, como ocurre en todos los sitios, empezaron a haber distensiones. Había ciertas personas con las que no me llevaba del todo bien. En especial con una, que por su actitud y conductas, era bastante conflictivo conmigo y con algunas otras personas.

Las críticas, las burlas y los momentos de tensión fueron acumulándose. Yo en esos momentos ya hacía mi vida más por otros lares, pero en algunas ocasiones cuando compartía tiempo con ellos, me encontraba situaciones que no eran de mi agrado.

Era aguantar situaciones que no tenía porqué hacerlo. Entonces tomé una decisión.

No sé si fue la correcta o no, pero en aquellos momentos fue con la que me sentí más confiado y acorde a mis principios: respetarme a mi mismo y cuidarme.

Así que decidí no invitar a la persona en concreto, origen de muchas de estas aflicciones y algunos de sus amigos más cercanos. De esta forma marcaba la diferencia entre quienes consideraba mis amigos y amigas verdaderos y aquellos que no quería tener cerca en mi vida.

La celebración del aniversario fue genial. Cenamos en mi casa y luego fuimos a una discoteca de Mataró.

Todo fue redondo, hasta que por sorpresa llegaron ellos. La ciudad era grande como para que no nos cruzáramos, pero así ocurrió.

Actuaron con naturalidad, hasta que esclataron las trifulcas. Me echaron encara muchas de las razones por las que yo argumentaba no querer tenerlos en mi celebración.

El alcohol fue un elemento que elevó la tensión, llegando a generar una situación de violencia que rozó a lo físico.

Mi aniversario quedaba literalmente roto. Estaba con mi pareja y mis amigos de siempre, y la imagen que quedó al final fue de una auténtica mierda. Era como coger un cuchillo y rajar de arriba a abajo tu lienzo de acuarelas.

Se esfumó la gracia de cumplir los 21 años.

Los amigos de la fiesta me apoyaron en todo momento. Pero los sentimientos de ira, rabia, tristeza y desolación fueron depositándose allí en mi interior.

Pasaron las semanas, y los meses, y parecía como que no había ocurrido nada. Seguíamos igual que siempre. En el grupo eramos los que eramos, y ellos siguieron viniendo. 

Ahora para mi, estar tomando un café en la misma mesa con ellos me resultaba patético. No tenía ganas ni de dirigirles la palabra, ni de mirarles a la cara.

Para mi como si se largaban para siempre de mi vida. 

Tampoco entendía como mis otros amigos y amigas podían seguir siendo amigos suyos. Obviamente tenían todo el derecho de mantener los lazos con ellos. Yo no iba a decirles con quien debían salir y con quien no debían, pero me sentía como traicionado. Una actitud fría de indiferencia. Todo el mundo lo sabíamos, pero nadie actuaba conforme.

Si me querían en parte, no sé como podían comportarse de esa manera.

Entonces decidí que se había acabado,  no quería mantener este teatro de marionetas que bailaban a un ritmo o música que me ponía los pelos de punta.

Decidí que se terminaba todo y que era totalmente capaz y suficiente como para hacer mi propia vida, conocer nuevos amigos y amigas y crear mis propios planes.

Y así fue. Me fui sin decir nada. De puntillas y con la luz apagada. 

A los pocos meses haciendo actividades con mi proyecto de vida y página web, conocí a un grupito de chicas y chicas con las mismas inquietudes que yo. Y además conocí a una chica con la que iniciamos una bonita relación.

Pero el agujero seguía allí. Tenía un vacío difícil de llenar. Era muy fuerte todo lo que había ocurrido.

Entonces con el inicio de la superación de la lista de mis miedos fui reflexionando sobre el tema. 

En primer lugar me gusto mucho un dicho de Confucio que dice: "Antes de embarcarte en un viaje de venganza, cava dos tumbas" (una para ellos y otra para mi).

Y en segundo lugar, el pensar que si mañana me muriese no me gustaría dejar algunos cabos sin atar.

Durante este transcurso de separación en varias ocasiones había recibido las disculpas de estos chicos. Pero mi odio, mi resentimiento, mi dolor... me impedían aceptarlas. 

Así que me propuse a mi mismo hacer un paso adelante.

Un día al regresar con el tren después de la facultad, subí las escaleras del paso subterráneo y vi a uno de los chicos. Tuve dudas, y miedos de como afrontar la situación. Y cuando vi que se alejaba a paso rápido delante mio. Lo llamé.

La primera vez no me escuchó. Así que titubee, pero volví a alzar la voz y repetí su nombre.

Se paró y se giró. Mi cuerpo se paralizó, frío, muy frío. Me acerqué y solté con una fuerza que se difuminaba las palabras siguientes:

"Sólo quería decirte,.... que no te guardó resentimiento por lo ocurrido".

Ya estaba, ya había soltado la gran bomba. Ahora únicamente quedaba fluir, dejarse llevar por la corriente de la reconciliación.

Él me explicó su versión y el hecho de enseñar las cartas fue una manera de comprender. De ser flexible, de ir mucho más allá. Rompí barreras, miedos y tensiones.

Entendí su punto de vista, y sentimientos y también él vio mi sufrimiento. 

Fue una forma de abordar el vacío. Las conversaciones pendientes están allí, a la espera de que un día las resuelvas.