martes, 13 de julio de 2010

Sesión de Discjockey

                              Pocos minutos después de acabar de montar el equipo.


Hoy he recibido una magnífica novedad que me ha animado plenamente la jornada: sólo me falta superar el cuarto curso para ser oficialmente psicólogo. Esta asombrosa ocurrencia del destino ha provocado que me deshiciera de pilas de libros y apuntes acumulados a lo largo de años de estudio universitario. Dando así como respectivo resultado, que retomará una de mis más incondicionales vocaciones: pinchar música.

Todo empezó con 15 años. Surfeando por la red dí con un programa de mezclas llamado DSS DJ. En su momento era de lo mejorcito que podías descargarte gratuitamente. Incluso la discoteca a la que iba cada sábado tarde se valía de éste para desarrollar sus sesiones. Con él aprendí lo básico y algo más. Como ajustar los agudos, los bajos y los medios, la regulación de los bpm con el pitch, el resultado acústico de los loops, la infinidad de efectos sonoros existentes...

Luego llegó la ilusoria mayoría de edad de los 16. Mientras la gran mayoría de mis amigos se compraban motos para ir a la discoteca yo preferí hacerme con un completo equipo de mezclas, compuesto por reproductores de CD. Con él en el bachillerato comencé a experimentar cada día solo al poner los pies en casa. Como era de esperar mis notas se resintieron, pero por otro lado las fiestas se multiplicaron. Tras guateques, aniversarios, fiestas de fin de semana, macrofiestas en casas particulares... Decidí dar un paso más allá.

Me atreví a grabar con el programa que os conté una pequeña maqueta de pocas canciones, remezclas de los hits de  la música house del 2006-2007. Con la maqueta en mano me presenté ante una larga lista de clubs de Barcelona y los alrededores, hasta que finalmente logré iniciarme trabajando en el mundo de la noche.

A los 17 tras muchas noches en vela, me decanté por ascender otro nivel. Pese a satisfacerme con lo que hacía con mi equipo de reproductores de CD, muchos amigos me comentaban que los grandes Disjockeys empleaban reproductores de vinilo. Así que antes de lanzarme de cabeza a su adquisición, me apunté a un cursillo de DJ que se hizó en Mataró en el Miquel Biada. En él, Mario y su compañero, auténticos maestros, me abrieron las puertas a otra realidad de mezclas rítmicas. Al terminar, ya estaba listo, aquello era otra dimensión: tener un creciente dominio de tus creaciones.

Seguí confiando en la marca Akiyama, perfecta referencia para aquellos emprendedores de estas tecnologías. Pero llegué a un cruce de direcciones. El segundo de bchillerato apretaba mis tuercas y la presión de mi inminente futuro se cernía sobre mi conciencia. Opté por relegar a mayores tiempos de libertad tan adictivo pasatiempo, dejando una ventana comunicante con el pasado que hoy he reabierto.

Ser disjockey por un día es como sentirse un pequeño dios, enérgico, inagotable y totalmente libre de perjuicios y concepciones previas. Con la única misión de deleitarse y gozar concebiendo nuevas armonías.


Trabajando en una cabina de disjockey con 16 años.

No hay comentarios:

Publicar un comentario