Corría el período de vacaciones entre semestre y semestre de mi último año de facultad, cuando me embarqué con Hannah en este viaje-aventura: Noruega. Cuando hablamos de los países nórdicos básicamente nos viene a la cabeza tres cosas: frío, vikingos y estados del bienestar. Pues esto y más es lo que yo me encontré.
Primero de todos deciros que viajar no es tan caro como parece si sabes hacerlo en fechas específicas y con un mínimo de antelación. Los vuelos de Barcelona-Oslo; Oslo-Tromso; Tromso-Oslo; Oslo-Barcelona nos costaron alrededor de unos 120€.
Luego ya sí que en Noruega tuvimos que desembolsar mucho más puesto que es el país más caro del mundo. Para que os hagáis una idea, por una botellita de agua pequeña podéis llegar a pagar unos 2-3€. Extrapolad ahora esto a los demás productos. Es por esto que decidimos hospedarnos en un hostal de jóvenes, que al final fue una magnífica decisión ya que conocimos muchísimos viajeros como nosotros.
Oslo es una ciudad preciosa y pequeña con lo cual te permite disfrutar más tiempo en cada uno de sus monumentos y lugares. Estuvimos cuatro días y sin ninguna clase de prisas.
Delante del Palacio Real (Son una Monarquía Constitucional).
Una de las cosas que más me impresionó fue ver el mar totalmente congelado. Se apreciaba como una infinita capa de hielo y nieve que resplandecía con los pocos rayos del sol.
Por lo que respecta a la horas de luminosidad es increíble lo breve que les dura la luz. En Oslo el sol salía sobre las 8-9 y a las 3-4 de la tarde ya oscurecía. Muy deprimente para un latino como yo.
Pinturas del interior del Ayuntamiento de Oslo.
Ya más alejados de la zona céntrica de Oslo, nos fuímos recorriendo la orilla hasta el distrito de BydDoy. Una zona con grandes parques donde se hayan los museos sobre historia de Noruega, es decir, por ejemplo donde conservan los restos de su pasado medieval (vikingos).
Representaciones de combates antiguos.
Holmenkollen. Pista de salto de esquí.
Por el camino también visitamos el Operahuset, vimos por fuera la Fortaleza de Akershus, la Galería Nacional (con el increíble cuadro de "El grito"), el Museu de Munch e hicimos compras en la Karl Johans Gate.
Para terminar sólo nos quedaba ver el Vigeland Sculpture Park. Parque repleto de esculturas de Gustav Vigeland donde estatuas casi humanas intimidan por su desnudez y por el frío que las rodea.
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