sábado, 9 de julio de 2011

Descubriendo el Camino de Santiago I

Domingo día 4 de julio, me encontraba en mi habitación preparando la mochila de lo que sería la mejor experiencia de mi vida. Acababa de terminar la carrera de Psicología tras cuatro intensos años de estudio y me hayaba con ganas de desconectar, de vivir nuevas aventuras.

Así pues a las 6 del día siguiente me planté en la estación de autobuses de Barcelona (Estación del Nord), con la mínima preparación posible, para coger el primer autobus con dirección a Lugo. 

Fueron más de 12 horas de viaje. En ellas tuve tiempo ya de conocer otros caminantes que se lanzaban a la aventura del camino, pero lo hacían en paradas más alejadas (ciudad de León). 

Llegué a las 10 de la noche y me encontraba en una ciudad completamente desconocida. Tras preguntar un poco y siguiendo las murallas de la ciudad, al final conseguí llegar al albergue municipal. El problema era que estos cierran a las 10 y en ese momento veinte minutos pasaban del horario establecido. Convencí a unas mujeres mayores de mi situación y por compasión se prestaron a ayudarme, y de que manera! No se les ocurrió otra cosa que empezar a hacer gestos con los brazos y casi a dar brincos, hasta que su espectáculo dio resultado y un chico del albergue nos vio por la ventana. ¡Funcionó! Me salvé de tener que pagar un hotel o de dormir en la calle en mi primera noche.

Dormí en una gran habitación que contenía más de 20 literas. La gente fue de lo más amable y abierta.

Pero a la mañana siguiente descubrí que volvía a estar sólo. Los caminantes de Lugo se dirigían a Santiago por otra ruta y yo tenía que ir a Sarria (lugar de inicio del peregrino). Todo esto, no sin antes conseguir mi credencial de peregrino y lograr mi primer sello en la Catedral de Lugo.


Cuando visitaba la Catedral una de las guías era origininaría de Barcelona, y quizás esta coincidencia o mi apariencia de mochilero perdido le dio pie a hacerme una visita turística gratuita por todo el edificio. Una auténtica maravilla.
De Lugo me desplacé en bus hacia Sarria (ciudad situada a 112 kilómetros de Santiago de Compostela). Durante el breve trayecto y la primera hora de andar me junté con un matrimonio italiano. Con ellos logramos el primer sello de la ciudad de Sarria, y también me enseñaron algunas palabras y frases en italiano.


El viaje en general fue de lo más intenso, y os cuento porqué. Yo tenía un ritmo de andar bastante fuerte (solía salir a correr cada día en el pasado), aunque os diré que el camino es muy distinto, aquí entran en juego muchos otros factores, la resistencia fisica es primordial. Y muchos tramos son con rocas y desniveles (subidas y bajadas) así que no es tan fácil como andar en línea recta.

Hacía el mediodía del primer día conocí a dos chicas gallegas de lo más simpáticas y amigables (me encanta el carácter de la gente de estas zonas) y comimos todos juntos cerca de Ferreiros. Los precios son de los más tirados, nada en comparación a los restaurantes gallegos de Barcelona. Tras unas horas de andar juntos, ellas se quedaron en Portomarín, pero yo al ir por libre no había hecho ninguna reserva, así que me decidí por continuar.

Allí fue cuando me empecé a desesperar. Andaba y andaba, pero no encontraba ningún otro pueblo o albergue. Mis piernas me dolían a más no poder, y para añadir más tensión a la situación llevaba ya por lo menos andando 2 horas sólo por el bosque, sin la presencia de nadie más. Cada vez lo veía más negro, no es que me importará dormir en el bosque, pero prefería gratamente hacerlo en el colchon de una litera. 


Entonces es cuando me encontré con unos ciclistas de Madrid. Que para subirme los ánimos me contaron que estabamos a pocos kilómetros de un pueblecito llamado Gónzar. ¡Salvado! La providencia había vuelto a responderme. Cené mejor imposible, bueno, barato y con la sensación en el cuerpo de que mañana iba a seguir en racha.

También me gané mis sellos diarios para la credencial (son necesarios tanto para poder dormir en los albergues como para ganarte tu compostela al final del camino).

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