Esa noche en Gonzar conocí a Fernando un chico de Barcelona que llevaba haciendo el camino des de Sevilla con su amiga inglesa. Un auténtico aventurero. Me lo pasé en grande con ellos dos. Os digo que es un gran aventurero ya que tras acabar el camino el chico se iba luego en avión a los San Fermines (increíble).
Me levanté a las seis de la mañana para continuar con mi marcha, y sorpresa, no tenía agujetas. ¿Suerte, buen estado físico,...? Nada de todo esto, porqué éstas no se hicieron esperar.
Seguí otra vez en soledad (fue una suerte en comparación con la masificación del año pasado, pero tampoco me esperaba tan poca gente). Hasta que tras cruzar Palas del Rei entré en una tienda en medio de la nada donde vendían amuletos, palos, conchas y toda clase de complementos para el Peregrino. Allí me compré una concha y conoí a Abraham, un doctor mejicano instalado en Madrid.
Fue una muy grata compañía y nuestro trayecto duró hasta Melide. Me contó muchas cosas sobre su país, y también sobre la situación del 15 M de Madrid. Yo le expliqué lo que en Barcelona se había organizado. También hablamos del Barça, del Madrid, sobre los fichajes de temporada...
En Melide nos comimos un buen menú con los platos típicos del país (100% recomendable probar el pescado y el pulpo gallego).
Y aquí nuestros caminos se distanciaron. Yo quise volver a jugarmela y tratar de encontrar un albergue unos cuantos kilómetros más allá. Hasta que mis pies con ampollas dieron con el pueblo de Boente.
En ese albergue aprendí muchísimo. Su dueño, Mariano, se ve que había sido el primer español en organizar deportes de riesgo y aventuras en Madrid (era experto en parapente, espeleología, escalada...., y había participado en documentales de aventuras y viajes por todo el globo). Las paredes del local estaban repletas de objetos como máscaras tribales, lanzas, arcos, fotografías de él en los distintos continentes, tarántulas disecadas...
Compartí habitación con una holandesa y unos alemanes, que se vieron sorprendidos por mi fuerte ritmo. Aún así Mariano me contó que el camino tiene la peculiaridad que pone en su lugar a todo el mundo. Curiosas palabras.
Vuelta a madrugar y vuelta a la aventura. El camino es una maravilla, hay tramos donde te encuentras completamente fusionado con la naturaleza. Bosques de lo más frondosos, y riachuelos con una agua de lo más pura y cristalina. Se respira un aire distinto, un aire a natural.
Ese día andé con Eduardo un profesor de la Comunidad de Madrid. Me contó sobre sus viajes en mochila y sobre sus experiencias (se aprende mucho de compartir anécdotas de los viajes). Hasta que al pasar Arzúa, yo me quedé a comer por la zona y ya luego "intenté" encontrar una cama en Pedrouzo. "Intenté" porqué estaba todo reservado. Así que con un estado que auguraba que me desmontará o que quedase dormido de pie del casancio no tuve más opción que dormir en una pensión (pagué unos 25 euros que tampoco se alejaba tanto de los 10 que cuesta un albergue).
Tras 12 horas de dormir (si no las fueron, al menos a mi me las parecieron), me puse en marcha para la ruta final. Cruzar Monte de Gozo y plantarme en Santiago de Compostela antes de las 12 del mediodía (momento de inicio de la Misa del Peregrino).
Me esforcé al máximo, tanto que logré llegar a Santiago a las 10 de la mañana. Pero por el camino me encontré con una família de Burgos y con dos chicos de Madrid. Casi al final de mi aventura descubrí que hay un servicio de taxis que te llevan las mochilas por sólo 3 euros (¿trampas o comodidad?).
Cuando entré en la Catedral, una sensación de gozo y de autorealización se extendió por todo mi ser. Estaba contento, me sentía feliz de haber lograro llegar a la meta tal y como me propuse. Todo el dolor y el esfuerzo habían valido la pena.
Conseguí convalidar mi credencial del peregrino y así fue como recibí la compostelana (una especie de diploma) en el que consta por escrito que he realizado con éxito el Camino de Santiago.
Sonaban las campanas y me fuí directo al interior de la Catedral. En su interior no cabía ni un alfiler, así que como puede intenté sacar la cabeza y entonces vi en directo como hacían ir y volver el "Botafumeiro". Un olor intenso a incieso impregnó el lugar, y los flashes de las cámaras no paraban de relucir.
17 horas de autobus más y regreso a Barcelona. Estoy cansadísimo, me duelen los pies, los hombros, la espalda, los brazos, pero lo mejor de todo, creo que ha sido el mejor viaje que nunca hubiera podido realizar. Viajar solo es una experiencia ideal para conocer a muchísima gente, pero lo mejor, llegar a conocerte un poco más a ti mismo.
Yo hice el Camino hace 7 años y es una experiencia difícil de olvidar. Yo salí desde Ponferrada y guardo muy buenos recuerdos de la semana que estuve andando y conociendo a gente.
ResponderEliminarAbrazos
¡Fue una pasada! Conocí gente que salía de Ponferrada. Esto de viajar como mochilero es una auténtica aventura.
ResponderEliminarAbrazos. Por cierto me tienes que pasar el link de tu nuevo blog de fotografía ;)
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ResponderEliminarArron