Hacía bastante tiempo que no sostenía una raqueta entre mis manos, corriendo, flexionando el cuerpo, girando la muñeca y golpeando con energía esas pelotas tan características de color amarillo brillante.
En la clase del Màster hay un compañero que juega al Pádel y participa anualmente en varios torneos y competiciones. Es quizás por esto que en esta ocasión me decanté por éste deporte.
Cerca de donde vivo hay un Club de Tennis el cual cuenta entre sus instalaciones con diversas pistas de Pádel. Llamé a un amigo, cogí el equipo con las raquetas y pelotas Dunlop y nos preparamos para unos cuantos partidos amistosos.
Para los que no conozcáis de que va este juego ahora os pongo al día. El pádel es un deporte joven que empezó en los años ochenta. Las palas son distintas que las del tenis, siendo las del pádel más pequeñas y fabricadas con una espuma dura con agujeros.
El campo de juego también es distinto, consititiendo éste, en un rectángulo de 10 m de ancho por 20 m de largo y cerrado en su totalidad. Las paredes tienen una altura de 3 metros y están hechas de cristal o de muro para facilitar el rebote de las pelotas. El pavimento suele ser de césped sintético o moqueta y lleva una arena especial para que sea más fluido el movimiento sobre la pista.
¿Cómo se juega? El jugador que saca tiene que estar detrás de la línea de saque y debe hacerlo con un golpe de abajo hacia adelante, nunca de arriba. La pelota debe botar en línea diagonal, en el recuadro del campo contrario. El jugador que devuelve deberá golpear la bola antes del segundo bote. Y ésta deberá entrar en el campo contrario botando primero en el césped.
Aquí la gracia está en que la pelota puede rebotar en la pared, y es preciso estar con los cinco sentidos puestos para intuir en todo momento donde va a volver a caer.
Los partidos son amistosos, aunque la competitividad se deja ver de vez en cuando. En definitiva un juego perfecto para entrenar los reflejos, endurecer las piernas y los brazos, y pasarlo en grande.
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