martes, 12 de febrero de 2013

¡Resolver o disolver!

El otro día en la sesión de Coaching aprendí una gran lección que me gustaría compartir.

Delante de una situación de conflicto y reto personal, mi coach me comentó la siguiente premisa:

"Los problemas pueden resolverse o disolverse".

Estamos acostumbrados a pensar que delante de un problema debemos resolverlos o llevarlos a cuestas (en algunos casos se pueden hasta olvidar, pero cuestan).



La idea de disolverse es novedosa. 

La metáfora que el me puso fue la de ·hechar un tarrón de azucar en un vaso de agua·. El resultado será que el azucarillo se irá disolviendo hasta quedar totalmente mezclado con el agua.

Pues esta es la misma metodología que podemos aplicar con ciertos problemas en la vida.

En vez de estar pendientes de forma activa de su resolución, el hecho de dejar que vayan disolviéndose puede ser mucho mejor. Menos es más.

Por ejemplo, en mi caso hace unos años tuve un malentendido con una amiga. La situación era un poco violenta ya que eramos amigos hasta ese momento.

Pasaron dos años y durante ese transcurso tenía en mi cabeza la idea de que debía volver a hablar con ella y aclararlo todo (resolver), pero la disolución fue mucho mejor. En este caso volver a tocar el tema, quizás hubiera sido mucho más negativo o violento.

Así que el propio tiempo y la distancia permitió que la cuestión se fuera hablandando, hasta quedar bien disuelta.

El resultado lo descubrí un día que volvía en tren desde Barcelona, y me puse a hablar con ella. No toqué el tema del pasado y en pocos segundos reenganchamos un nivel de conversación ameno y amistoso. 

La situación había sido disuelta, había madurado y había caído por su propio peso.

¡Obviamente no debemos aplicar este método en todas las problemáticas de la vida, al igual que no todas deben ser resueltas!