miércoles, 3 de julio de 2013

Un gran amor

Hoy acabo de reencontrarme con uno de mis grandes amores del pasado. Es una chica que hacia más de seis años que no veía y para mi ha sido una gran experiencia volver a reencontrarme con ella.

Ya llevaba tiempo pensando en organizar un encuentro, aunque siempre las dudas me tiraban hacia atrás. Tras muchas reflexiones llegué a la conclusión de que era algo que sí quería hacer. No quería dejar pasar más tiempo. No quería darles más vueltas. El momento había llegado.

Le envíe un mensaje privado por medio de las redes sociales. Era una primera toma de contacto.
Su respuesta fue de lo más positiva. Eso me esperanzó y me dio fuerzas para seguir con el plan: poder hacer un café con ella. 

Habían muchos sentimientos mezclados en tal decisión. Había pasado mucho tiempo.El desenlace con esta pareja fue difuminado, sin un claro despido. Y ahora quería establecer unas nuevas bases. Poder quedarme en paz y seguro de haber hecho lo correcto.

Los mensajes posteriores tardaron en llegar. Sus obligaciones y el estrés del momento fueron elementos que influyeron. Hasta que al final concretamos el día, la hora y el lugar.

Al fin podría volver a verla. Recordar su cara, su voz y poder sobretodo ponernos al día. Un gran nerviosismo se apoderó de mi.

Entre los primeros mensajes y las últimas respuestas habían pasado semanas. Unas semanas con muchas ideas por mi cabeza.

El día se acercaba y tenía un gran cúmulo de sentimientos en mi interior. Tenía el recuerdo del amor del pasado, de una relación que sólo se vive en la adolescencia. Donde todo estaba exaltado.

Llegué a la cafetería y me quedé esperándola. Me temblaba todo, aunque lo llevaba por dentro. La vi a lo lejos y el latir de mi corazón se aceleró aún más. Cruzó el primer paso de zebra, y nos saludamos.

La tensión estaba allí, pero con los minutos fue disminuyendo. Me gustó ver que seguía con el mismo carácter abierto y amistoso. Me encantó saber de ella y que ella supiera de mi.

La tarde fue fenomenal. Una conversación tranquila y amena, como dos amigos que se reencuentran.

Me fui sabiendo que había cumplido algo que llevaba tiempo en mi mente.

Los recuerdos habían podido madurar.